Relato: Quejas

Este relato forma parte del mundo de ficción Heroes di Palo

 

Iglesia de nuestro señor Becerro de Oro del Cuerno Eterno. 10.30 A.M.

El Padre Fernancias, como cada mañana, está ocupado realizando sus cosas que le ocupan cada mañana. Entra en escena una pareja de padre y madre con un crío en brazos. Y el sketch comienza… ¡ya!

 

– Perdone Padre. No sé si se acordará de nosotros. Vinimos ayer al bautismo de este bebé – dijo el marido, señalando el cesto que sujetaba su esposa con el bebé envuelto en unos paños.

– Pues lo siento, pero no os recuerdo. Tantos bautismos, bodas, comuniones… Pero díganme en que puedo ayudaros hijos míos.

– Verá, pues resulta que el niño está muerto.

– ¡Oh! Cuanto lo siento – respondió el Padre – Y venís a organizar el funeral, ¿no?familia

– Muchas gracias por el pésame pero no es por eso por lo que venimos. Verá, parece ser que murió ayer mismo, durante el bautismo; creemos que lo tuvo demasiado tiempo bajo el agua y debió ahogarse. No nos dimos cuenta hasta hoy, porque estaba más morado y tieso de lo normal. Así que pensamos que como usted se lo cargó… pues… podría cambiárnoslo por otro niño.

– En rubio, si no es molesta – añadió la madre.

– ¿Cómo dice usted? – dijo alarmado el Padre

– Tenemos el ticket – se apresuró a añadir el padre, a lo que la madre comenzó a buscarlo rápidamente en el bolso–. Estamos en garantía aún, ¿verdad?

– Pero… pero… – balbuceaba el cura, completamente perturbado ante tal surrealista situación – . Vamos a ver, la Iglesia no es un mercadillo. No puedo cambiarle el bebé aunque lo haya matado yo mismo, y por lo cual presento mis disculpas y no volverá a pasar, pero me temo que tendrán que hacer uno nuevo ustedes mismos. Y cuando el feliz acontecimiento ocurra, les haré otra comunión al cincuenta por cien de descuento por las molestias, por supuesto.

– Vaya … – dijo el hombre, consternado, mirando el cadáver del bebé –. ¿Entonces, no hay nada que hacer? Realmente estábamos ilusionados con tener el hijo ya – dijo intercambiando miradas desconsoladas con su esposa.

– No, lo siento mucho. Pero le pediré al Becerro para que el embarazo sea pronto.

Hubo unos segundos de silencio incómodo, tras los cuales el Padre retiró ligeramente los paños que cubrían el cadáver para echar un ojo.

– Que lastima. Era muy bonito.

– Si, un bebé precioso.

Otro silencio…

– Miren – dio el cura por lo bajo – ¿me lo dejarían en privado durante media hora por tres cientos pavos?

– ¡Hecho! – exclamaron los padres al unísono.

 

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