Nuevo relato: Misión Imposible

El centro de Tolnedra está constituido por el barrio rico donde vive la clase alta del Metroburgo. Aunque supuestamente Lacre no distingue entre clases y todos los ciudadanos son iguales, a la hora de la verdad haberlas haylas. Mientras exista una cosa llamada Ego, la diferencia de clases será como el cielo que nos cubre; eterno en tiempo y espacio.

Las casas que constituyen esta zona están construidas en piedra, con tejados de madera, calles adoquinadas y diversos detalles más que la distinguen las otras zonas más humildes. Además está rodeada por el Muro Viejo, el primer y original muro que rodeaba la Tolnedra original que ahora ha quedado relegado a ser una clara la línea divisora entre los Unos y los Otros. Los Unos; el centro de comerciantes, caciques de negocios, Jefes de diversos niveles y profesiones, todos ellos de grandes pudientes. Los Otros; el resto de la población.

Uno de estos habitantes de la zona rica (no vayamos a decir nombres, ya que se requiere discreción y anonimato para esta historia), fue un acaudalado tratante de arte. Este señor, o dado su nivel económico llamémosle caballero, compraba obras de lugares remotos y luego los vendía en las cercanías a precios absurdos. Dicho individuo era de instintos territoriales y no gustaba que nadie más pudiera pisarle los negocios. Es por esto, que uno de los más importantes y famosos asesinos de la ciudad había sido cordialmente invitado a tomar un Brandy en casa del susodicho.

La velada transcurrió tranquilamente, en la que el escaso conocimiento de las tradiciones festivaléscas locales del anfitrión quedó demostrado en múltiples ocasiones, pero eso no evitaba que el fulano siguiera hablando. El asesino, de clase social más baja y de modales de pueblo llano abordó el asunto por la vía directa en un punto muerto de la conversación, en que el quedaba obvio que había algo que tratar.

– Bueno – dijo el asesino–, supongo que no me habrá traído aquí solo para ir cambiando de sitio las festividades de los pueblos y hacerme beber licores caros. Los tipos como usted no suelen tratar con tipos como yo a no ser que tengan algo en mente que solo trataría con tipos como yo.

El tratante de arte sonrió ligeramente, como si quisiera demostrar que le había desenmascarado.

– Ciertamente, por motivos de negocios es por lo que le he hecho llamar. Verá, en este negocio hay que tener mucho cuidado con la competencia. No es un mercado lo suficientemente grande como para permitirse el lujo de poder compartirlo con nadie. Soy el único tratante de arte de la ciudad, y espero seguir siéndolo– agitó ligeramente la copa de brandy y le dio un pequeño sorbo, para humedecerse los labios nada más– . Necesito que se haga cargo de un sujeto de esta ciudad.

– Me parece bien. ¿De cuánto y quién estamos hablando?

– Caballero, no voy a engañarle. Su misión, si decide aceptarla, será imposible y consiste en…

– ¡Espera, espera! ¿Ha dicho que es imposible? – interrumpió el asesino– ¿Qué quiere decir exactamente con “imposible”?

– Eh… bueno, pues que es una misión muy difícil… Que prácticamente no se espera que se pueda realizar y menos todavía salir con vida. Eh… Pero es una forma de hablar, no hay que tomárselo literalmente. Es solo que…

– ¡Pues que le den por culo! Me quieres encasquetar una faena imposible de hacer y luego si sale mal la culpa es mía. Y encima que lo más seguro es que no salga vivo. ¿Estamos locos o qué?

–A ver un momento por favor, esto es un mal entendido.

–Ni mal entendido ni leches. A ver macho, no jodas con mierdas que no se pueden hacer; dame algo que sea posible, algo que esté a la altura de mis posibilidades. ¡Para mierdas imposibles manda a tu abuela!

– Piense en el dinero y la reputación.

– ¿Sabes por qué tengo reputación? Porque estoy vivo y cumplo con mis misiones y no pienso hacer que eso cambie. ¡Yo me largo! Muchas gracias y adiós.

– Oiga, pero… no se vaya así…

– ´bráse visto. Donde vamos a ir a parar…– protestaba el asesino mientras salía de la sala.

Un portazo terminó la conversación.

El comerciante se quedó plantado con cara de bobo, sin acabar de asimilar la situación. La puerta volvió a abrirse.

– La cena etará li´ta en diez monutos– dijo la voz del mayordomo que no expresaba el más mínimo interés en nada excepto en tener acento extranjero.

Bien, bien. Iré en un rato– respondió el comerciante en el idioma del mayordomo.

Y es que a veces la gente rica cree que todo está en venta, incluso la vida de los propios individuos que quiere contratar, hasta que se topa con gente con un mínimo de sentido común y los manda a paseo, algo a lo que no están acostumbrados.

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