El otro día vi una escena la mar de emotiva que no pude fotografiar por varios motivos. Pero como no puedo dejar que esas cosas se pierdan como lagrimas en la lluvia, aquí lo transcribo.
Escena:
Una pareja de quinceañeros está sentada en la mesa de una cafetería, junto a la cristalera. El cristal, empañado por el contraste de temperaturas apenas deja ver nada de la calle, pero la luz de un atardecer frío ilumina de color azulado el contorno de los dos jóvenes, en contraste con los colores marrones y cálidos de la mesa, sillas y suelo de parqué.
Quizá sea el inicio de la relación, la primera, cuando todavía no hay costumbres, ni sombras arrastradas del pasado. Una relación en la que solo hay sueños, ilusión, e incertidumbre al descubrir un mundo nuevo.
Ella lleva unas gafas grandes que le dan aspecto de intelectual. Sus rasgos son finos, con esa suavidad que da la juventud. Él, parece querer estar a la altura de ella, como si interiormente la valorara más que a sí mismo.
En la silla, junto al chico, hay una taza de té vacía y otra de chocolate en la que aún quedan restos, apartadas para evitar que ningún objeto inútil se interponga entre los dos.
Entre ellos no hay nada que los separe. Sus brazos están apoyados sobre la mesa, cogiéndose las manos, mirándose, hablándose.
En el vaho del cristal hay un corazón, dibujado por el dedo de quien está descubriendo el amor.
Dibujando con palabras 
Toutes les premières fois sont merveilleuses et magiques…
Me gustaLe gusta a 1 persona
Je suis d’accord
Merci.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me encanta. Me has transmitido perfectamente todas esas sensaciones, como si estuviera allí mismo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias
Me gustaMe gusta