Hace tiempo, Gabriella, la autora de Gabriella Literaria, dijo que una idea sencilla, bien narrada, puede convertirse en una buena historia.
No puedo estar más de acuerdo.
La verdad es que no creo que haya ideas buenas o malas, sino ideas mejor o peor trabajadas.
Bueno, a lo mejor la Cruzcampo si que fue una mala idea, pero eso muestra que no hay una verdad absoluta.

Harry Potter no tiene un concepto que te vuelva loco, y el señor de los anillos, tampoco. Típicas luchas del bien contra el mal; un señor megamalvado con mogollón de poder quiere conquistar el mundo. El bueno es alguien modesto y de pocos recursos, le da un rapapolvo al malo, y todo el mundo es feliz. Fin. Algo recurrente en el género de fantasía.
Conan tampoco es que sea un derroche de grandes ideas; un jovencito confuso por civilizar (empieza con dieciocho años, si recuerdo bien), que se dedica a robar y liarla parda por donde pasa.
Y la mayoría de las historias de Lovcraft se podrían resumir en «estas jodido».
Entonces, ¿qué es lo que las ha hecho grandes y de culto? La manera en que esa idea ha sido trabajada y desarrollada, el resultado final.
Por eso, creo que no es cuestión de volverse locos buscando la «idea». Eso, creo yo, es fácil. A mí se me ocurren ideas de forma esporádica, frecuentemente cuando estoy haciendo otras cosas, como trabajar, estudiar o una operación a corazón abierto. Nunca me ha pasado estando sentado bajo un chopo con la intención de «voy a tener ideas». Desde mi punto de vista, la idea llega de forma natural, como la pubertad (este concepto lo expandiré en otra entrada).
Como exempli gratia, una vez, estaba haciendo un dibujo en Zbrush (un programa de 3D), y mientras estaba absorto en él, el personaje iba cobrando vida en mi cabeza, iba desarrollándolo sin querer. Eso me hizo pensar en hacer una historia para ellos (eran muchos), y finalmente escribí un relato sobre esos personajes. Así de simple.

A ver, sí que creo que una idea puede más juego que otra, pero una mente creativa y potente es la que hace algo grande con un comienzo pequeño.
En otros casos, la gracia de la idea no es ella en sí, sino a dónde te puede acabar por llevar . Normalmente, cuando una me llega, le doy vueltas a ver a dónde me lleva, y muy frecuentemente, me suele llevar a una restructuración de la idea original en algo mejor.
Quiero decir, se me ocurre una idea X, la empiezo a desarrollar y en el proceso necesito cambiar esa idea, y acaba siendo algo mejor que lo que se me ocurrió en un principio. Por eso, no me gusta desechar algo de primeras, porque nunca sabes a dónde te puede llevar. Si no te lleva a nada, pues entonces sí, se le pega fuego y a otra cosa, mariposa.
Por otro lado, uno de los lemas típicos en el mundo del diseño es que «menos es más». Las ideas sencillas y simples dan mejor resultado que las que están muy recargadas y acabas tan saturado de cosas que no sabes ni lo que estás viendo, como una inglesa maquillada para un sábado noche.
Es como la comida; un plato con los ingredientes necesarios está bien, pero cuando metes todo lo que te cabe en el carro de la compra, al final eso no sabe a nada (a nada específico). Así que no hay nada mal en mantener la base sencilla. Ya la complicaremos cuando la trabajemos, con personajes complejos, tramas, giros de guión y sexo gratuito sin venir al caso.
Yo pienso en la idea como una semilla. Algo pequeño, sencillo y simple. Es potencialmente un árbol, pero no lo es. Llegará a serlo en función del terreno, sol, agua, nutrientes y elementos en los que se desarrolle. La historia es igual. Una idea es un concepto, y la historia final dependerá de cómo la desarrollemos.
