La noche del Titanic

Aquella era una noche fría y oscura.

Estaba flotando a la deriva como cualquier otro día. A los iceberg se nos da muy bien eso de flotar. Cuando te pasas el día haciéndolo le coges mucha práctica.

En un momento determinado (no sé la hora, lo siento), vi algo moviendose en la distancia. Poco después, ya más cerca, noté que era un barco.

Son esas cosas grandes donde van humanos dentro porque ellos no pueden flotar en el agua y se hunden al poco rato. Por lo visto eso no les termina de gustar, y prefieren ir en esos trastos.

Los he visto muchas veces; pasan a cierta distancia de mí u otros como yo, y nos miran maravillados.

Nosotros no nos exaltamos tanto al verlos, aunque nos llena de curiosidad, porque van de aquí para allá con mucha prisa y no entendemos el motivo. A nosotros se nos da de maravilla ir despacio. Tampoco tenemos ningún lugar al que ir. Por eso no entiendo esa urgencia.

La cuestión es que vi ese barco, el más grande que había visto hasta entonces. También iba más rápido de lo normal. Quiero decir, normalmente, como por aquí somos muchos de los nuestros, los barcos acostumbran a ir despacito o incluso se paran hasta tener un espacio por donde pasar. Pero este no. Iba como un loco, como si el océano le perteneciera.

Cuando me di cuenta de que venía directamente hacia mí es cuando empecé a preocuparme. Había visto a otros icebergs impactando contra planchas de hielo y otros barcos, y nunca era satisfactorio para ellos. Para los barcos, quiero decir.

El barco no tardó en hacerse más grande, cada vez más cerca de mí.

No entendía por qué venía en mi dirección. Era como si no me hubiera visto, algo bastante difícil porque si hay algo característico de los icebergs es nuestro tamaño. Debajo del agua hay mucho más iceberg, por supuesto, y puede llevar a engaño, pero aún así, la parte sobresaliente es lo suficientemente voluminosa como para no pasar desapercibido en medio de la nada.

No obstante, la dirección del barco hacía cada vez más claro el peligro. Esa noche no había luna ni nada, era muy oscura y quizá no me había visto (razón de más para que no fuera tan rápido por esta zona donde los mios solemos reunirnos para socializar). Yo lo veía porque los icebergs tenemos muy buena vista, ¿sabe usted? Incluso en noche cerrada como aquella podemos ver muy bien a varios kilómetros a distancia.

Fuera como fuese, el barco venía directamente hacia mí como un torpedo. No cambiaba de rumbo y cada vez parecía menos probable que lo hiciera así que pensé en moverme yo pero no iba a ser fácil. Podemos viajar mucho, pero casi nunca según nuestros deseos. A nosotros nos mueven corrientes de mar y esas cosas, pero no somos muy de «apartarnos». No podemos desplazarnos a capricho como hacen las orcas porque carecemos de aletas o cualquier otro órgano. Los icebergs estamos hechos de iceberg. Ni más ni menos. Somos una masa amorfa compuesta cien por cien de agua congelada. Que nadie le haga pensar lo contrario.

Así que, usted comprenderá mi alteración cuando, viéndome víctima de un atropello sin sentido, me sentí impotente.

Finalmente lo inevitable pasó y el barco me arrolló. No fue de frente, sino más bien de lado. Dudé de si pretendía hacer una navegación rasante para impresionar a los humanos a bordo o si el capitán era un temerario. La cuestión es que el impacto me arrancó un fragmento de mi materia, dejándome tullido.

El barco, que en ningún momento se detuvo para disculparse, continuó con su camino.

A cierta distancia puede ver como se inclinó hacia un lado (los icebergs tenemos muy buena vista, ¿sabe usted? Incluso en noche cerrada podemos ver a bastantes kilómetros de distancia sin problema). Hizo ese movimiento y, poco a poco se hundió por el lado más hacia mí. Se quedó casi vertical. Luego el casco se partió en dos y cayó. Poco después el barco entero se hundió.

No puedo negar que verlo me dio cierta satisfacción. Me pareció justicia poetica.

Respecto a los humanos, vi muchos de ellos saltar del barco. Al principio no comprendía porqué hacían eso si no les gusta hundirse, pero cuando vi el barco desaparecer en el mar, pensé que no querían irse con él y preferían hundirse por su propia cuenta.

Muchos de ellos, sin embargo, consiguieron continuar su camino en otros barcos mucho más pequeños.

Al principio sospeché que volverían a por mí para discutir el asunto, pero se dieron a la fuga otra dirección y no supe más de ellos hasta que recibí la citación. Me considero, no solo inocente, sino la verdadera víctima de ese incidente, Señoría.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.