Querido diario, dos puntos.
Estoy rejugando el Red Dead Redemption 2 y, mientras recordaba lo maravilloso que es el personaje de Arthur Morgan, me puse a pensar en la figura del antihéroe. También me llamaba la atención el por qué uno puede sentirse más identificado con este tipo de personajes que con los héroes convencionales.
La verdad es que tampoco sé si se puede considerar a Arthur un antihéroe, pero me da igual. Este es el tipo de personajes que me gustan y reflejo en mis historias. No intenta salvar al mundo ni ser un héroe. Se limita a salvar su alma. Mentira. Él se da por perdido. A quién intenta salvar es a sus cercanos.
El propio personaje se considera una mala persona, y lo repite todo el juego. Incluso cuando muere (sorpresa, spoiler), lo hace creyéndolo. Su gran acto megaheroico final no es liberar al mundo de un supervillano que amenaza al mundo. Ni de casualidad. Su acto final es permitir a los pocos que han sobrevivido escapar y que John Marton pueda rehacer su vida con Abigail y su hijo. Si realmente le conviene estar con esa mujer, es otro asunto sobre el que tengo serias dudas.
Mientras que los héroes tradicionales representan un ideal, sirven de guía al ser un ejemplo a seguir, aquello a lo que toda persona debería aspirar a ser, los antiheroes, no.
Estos son personajes más difusos. Están condicionados por demonios del pasado, vergüenza, remordimiento, frustraciones. Personajes como Arthur Morgan tienen un buen fondo, pero están en una senda tortuosa y oscura. Deben tomar decisiones en situaciones muy complicadas, alguien va a salir mal parado y la duda principal acaba siendo: ¿debo ser yo el perjudicado u otra persona?
Ahí es donde aparece el sentirse identificado.
Al menos, con algunos de nosotros.
Todo el mundo pasa por situaciones difíciles a diario. Una persona le pone los cuernos a su pareja y se dice que “si pudiera, mi pareja haría lo mismo” para justificar la traición que ha hecho. Alguien consigue dos raciones de comida en lugar de una, y piensa que “la otra persona ya se apañará. La vida es dura”.
La mayoría de las personas hacen cosas cuestionables y luego lo justifican de alguna manera. El ciudadano medio roba, agrede, domina, humilla, engaña, tima sin sentir una conciencia porque el fin justifica los medios. Pero estos no son antiheroes. Son hijos de puta sin más.
El antiheroe, en cambio, reflexiona sobre sus actos y es consciente de lo que hace. En el juego, tenemos que combatir enemigos para conseguir robar un tren (lease, matar a guardianes que estaban cumpliendo con su trabajo, protegiendo un lugar de gente como el personaje que manejamos). Más adelante, Arthur confiesa a miembros de su campamento que ha matado a gente inocente y animales y se siente perdido. En ese momento, Arthur demuestra ser consciente de que lo que hace no está bien. Está recapacitando. No se excusa, ni busca motivos ni se esconde. Cuestiona sus actos como lo que son.
La frase “mejor que le pase a otro que a mí” empieza a dejar de tener sentido y es sustituida por “¿y si fuera mejor que me pasara a mí que a un inocente?”
Aquí pongo un fragmento de su diario sobre una de las misiones cuando hemos de ir a cobrar una deuda y Arthur le da una paliza al moroso:
“Su hijo me miró como si fuera el demonio y quizá, para él, lo era. Todo el asunto me confundió. Quizá estaba mal. Todo el asunto me revolvió.”
Extracto del diario de Arthur Morgan en Red Dead Redemption 2
El antihéroe, es consciente de la maldad de sus actos o dedica parte de la historia debatiéndose en un conflicto interno (esto depende del interés narrativo del autor/a), y duda sobre su naturaleza. En algún momento de ese dilema interior pasan dos cosas: o se decanta por la redención y cambia, o se deja llevar y es testigo de su propia destrucción, no física, sino espiritual.
Como he dicho antes, el ciudadano medio abraza alegremente el lado oscuro porque es más rápido, más fácil, más seductor. “El fin justifica los medios” dicen.
Mis cojones.
Por eso, creo que empatizamos más con estos personajes. Muchos nos sentimos así de alguna manera. Hemos cometido pecados con los que no estamos muy contentos. Pese a saber que hemos hecho lo más adecuado para nosotros, una parte interna es consciente del daño causado y la cuestión queda ahí: ¿Lo volvería hacer? ¿Ha merecido la pena? ¿Es esta la persona que quiero ser?
El camino del antiheroe, incluso en el caso de los que consiguen estar en el equilibrio, es un camino de autocontemplación y vigilar no descarriarse demasiado. Cuando combates a un enemigo con sus propias armas, debes tener mucho cuidado de no acabar convirtiéndote en él.
Las historias tratan sobre personajes, y estos se basan en la vida real. Son sobre gente como nosotros, vivencias como las nuestras pero decoradas y exageradas para hacerlas más interesantes.
Arthur Morgan no es el personaje que querríamos ser, es el que somos. Una persona perdida que hace lo que puede con lo que el mundo ha hecho de él y debe tomar decisiones difíciles donde, en el mejor de los casos, debe elegir el mal menor.
En realidad, ni yo mismo sé que quiero decir con todo esto.
Quizá algún día lo entienda.
