Sakura

En aquel momento solo éramos amigos, pero yo ya sentía por ti mucho más de lo que podía expresar y tú no lo sabías.

Intentamos ir a comer al sitio de siempre, pero lo encontramos ocupado por una fiesta, así que nos fuimos al parque que había cerca, y nos sentamos en el césped.

Hablamos de cosas hasta que salió mi interés por Japón. Quisiste saber por qué me atraía tanto. Te conté varias cosas, pero sobre todo estaba el sakura. Es un momento muy específico del año en el que los almendros florecen y toda la ciudad se llena de sus flores preciosas. Es un espectáculo maravilloso, una de las cosas más bellas del mundo y que solo ocurre durante un breve periodo de tiempo.

Me preguntaste por qué no había ido ya a verlo si tanto me gustaba. No sé qué pasó en mí, ni qué fuerza me empujó a decirlo, pero te respondí que yo ya había encontrado mi sakura personal. Lo hice mirándote a los ojos, viendo el universo entero a través de ellos, contemplándote como lo más hermoso del mundo. Las palabras salieron directas de mi corazón.

Tú lo notaste.

Miraste para otro lado para ocultar como te avergonzabas, pero no pudiste evitar una ligera sonrisa.

No sabía qué más decir. No había nada más que decir.

Tú tampoco dijiste nada.

Me miraste con esa sonrisa tierna. Tenías el rostro resplandeciente y los ojos te brillaban con felicidad. Una frase y, de golpe, el mundo entero era un lugar completamente diferente.

Nos miramos sin decir nada.

Nuestras manos se tocaron. Luego una se puso sobre la otra. Los dedos se entrelazaron, con la firmeza de aferrarse al momento. Con la suavidad de no querer estropearlo.

Acercaste tu cuerpo al mío. Acerqué mi cuerpo al tuyo.

Poco a poco la distancia entre nuestros labios se extinguió. También el mundo desapareció para mí. Todo dejó de existir excepto tú.

No sé cuánto tiempo estuvimos manteniendo ese beso, pero sentí haber estado eternamente en tus labios. Podría haber estado mucho más.

Nos abrazamos.

Sonreías feliz.

Ahora, después de tantos años, nuestras manos no son las mismas, están arrugadas. Soportan el paso de una vida. Pero siguen entrelazadas, con la firmeza de no querer dejar ir algo importante. Con la ternura de no querer dañarlo.

Nuestras caras también revelan el paso del tiempo, pero tu expresión sigue siendo la misma de entonces.

Nunca fui a Japón, pero veo el sakura en tí cada día.

La promoción

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Un comentario sobre “Sakura

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