Buenas.
El otro día leí un artículo en el blog de Celia Añó sobre la importancia de los secundarios que me pareció muy interesante. Aquí pongo una cita del artículo para que te hagas una idea y, a continuación, un enlace al mismo. (¿Deséa saber más?)
Quieres el fondo, los decorados, el vestuario y al resto de personajes. Y cualquier mensaje, cualquiera, se refuerza más si está acompañado por el atrezzo.
Aunque inspirado por este artículo, lo que quiero tratar es ligeramente invertido.
En algunas películas o libros se centra toda la atención en los personajes principales y se deja de lado todo lo demás. Esto hace que el mundo no sea real, porque la verdad es que no lo es. Todo el mundo es un escenario creado para que los personajes hagan sus cosas de personajes y ya está. Los personajes secundarios son peluches, los lugares son de «corta-pega-y-colorea» y las cosas pasan para dar un sentido a los protagonistas. Y cuando las estrellas de la historia no están en un lugar, ese lugar deja de existir, los extras dejan de existir, y el mundo fuera del entorno de los protagonistas deja de existir. Porque nunca existió.
Pero cuando lo que queremos es crear un mundo en cuatro dimensiones, un entorno lo más auténtico posible, no en un sentido de leyes de física y química, sino creible como algo que nos hace querer creerlo, como un truco de mágia de Tamariz, hace falta hacerle un poquillo de caso al entorno, incluyendo personajes secundarios y extras.
¿Cómo se le puede dar ese realismo al atrezo? ¿Cómo puedo hacer que una ciudad tenga personalidad propia? ¿Cómo puedo crear un Dr. Zoidber?
Todo lo anterior me hizo pensar en un elemento que puede ser importante para ayudar a dar realismo a ese mundo de forma indirecta: a través de los personajes. Sí, esos mismos bastardos y bastardas que chupan protagonismo. Y esto va a ser gracias a un efecto psicológico: los esquemas y guiones de comportamiento.

¿Qué es un esquema?
Los esquemas y guiones son una especie de pautas de comportamiento, un convenio social, que nos indican como debemos comportarnos según el momento y lugar. No nos comportamos igual cuando estamos en familia que con los amigos, en una orgía multitudinaria o en misa, no vamos a hacer botellón en la pescadería, ni pedimos «cuarto y mitad» de whisky.
Estos esquemas son aprendidos de forma natural (por imitación, por ejemplo) o inculcados por nuestros padres y los tenemos tan interiorizados que no nos damos ni cuenta, excepto cuando vemos a alguien haciendo algo inapropiado, como ir de playero guiri en un aquelarre a Satanás.
Su función principal es la de saber como comportarnos adecuadamente de forma facil y rápida y, especialmente, saber que esperar sin tener que estar aprendiéndolo todo desde cero cada vez que entramos en lugares similares. Al cerebro le gusta economizar trabajo.
Pero esto va un pasito más allá. No solo existen estos guiones para lugares genéricos, sino que un local con alguna cierta personalidad, cuenta con su microguión personalizado. Imagina a una persona que va a un McDonald, se sienta y grita «¡mesonera!» para vengan a atenderle. Nuestra conducta será más relajada en un bareto guarro que en uno de etiqueta. Cada local, pese a tener un guión genérico, tiene sus matices a los que nos adaptamos cada vez que entramos.
¿Y qué tiene que ver todo esto con nuestro mundo?
El artículo de Celia hacía referencia al hecho de que se hace incapié en un personaje principal menenino y feminista, pero el pasado y entorno es más o menos lo mismo que en otras películas. El personaje no cuenta con un entorno que la abale y le dé la profundidad que necesita para que resulte auténtica; ella es feminista, pero el entorno no.
El concepto de lo que yo quiero aportar en esta entrada es un uso invertido; que el comportamiento de los personajes aporte realismo al entorno.
Con mucha frecuencia, nuestros personajes se comportan igual vayan donde vayan. Da igual que estén en la posada del Pony pisador que en la Teta enroscada, su comportamiento es el mismo, y por ende, se transmite la información subliminal de que están en el mismo sitio o que no hay gran diferencia. Nos tiramos un par de párrafos describiendo un local pretendiendo hacerlo único y llega el flamante prota actuando igual que en el bar de al lado. Sin querer, transmitimos al lector que todos los lugares son iguales, impersonales y sin importancia existencial.
Lo mismo ocurre con las ciudades, cada una tiene su alma y de alguna manera contagia a sus habitantes. He vivido en tres ciudades diferentes y es algo que me ha sorprendido mucho. Incluso los inmigrantes en diferentes ciudades se comportan de forma más acorde a la ciudad.
Así que si nuestros personajes actuan de forma diferente en cada lugar (tampoco hace falta exagerar, con un par de detalles basta), puede ayudar a dar ese trasfondo que de vida a nuestros escenarios.
Como se suele decir, no lo descibas; cuéntalo. No hace falta tres páginas de descripción, unos pequeños detalles son más que suficientes.
De nada sirve dibujar un fondo de escenario superchulo; si los actores actúan igual con uno que con otro, no hacemos nada.

Un comentario sobre “Dando realismo al escenario de nuestros relatos”