Texto explicado: Me miran

Esto es una explicación del relato «Me miran», publicado en este blog.

Si no lo has leído, te recomiendo que lo hagas antes de leer este making off, porque si no, no te vas a enterar de la misa, la mitad.

Link a «Me Miran»

Repito, si sigues leyendo, te spoilearás la historia. Último aviso.

 

¿Ya la has leido? Pues continúo.

Esta historia humorística se me ocurrió trabajando en una cafetería. En los trabajos de hostelería, a diferencia de lo que se pueda creer, la atención al público es solo una parte de todo lo que hay que hacer: reponer, limpiar, hacer inventarios, lavar cosas, papeleo… Es un no parar.

Y si además los queridos clientes no paran de entrar, es casi imposible hacer cualquiera de las otras tareas.

De este entorno y viviendo casos de interrupción crónica surgió la idea.

El concepto de hacerlo parecer una historia de terror me vino porque los clientes (en UK), tienen la manía de plantarse en la barra sin hacer ruido ni decir nada, como fantasmas, esperando pacientemente a que les atiendas. En cualquier momento en que estás liado haciendo cosas te giras y puede haber una muchedumbre donde segundos antes no había nada. Así que asocié conceptos: los clientes son como fantasmas.

Luego tendría que añadir el giro humorístico al final del relato.

Empezando por el principio

El principio es algo muy importante en todo relato, no solo porque tiene que enganchar al lector, sino porque lo guía, le indica bajo que prisma debe interpretar todo lo demás.

Si hubiera empezado el relato con una frase graciosa, ya que el cuento es de humor, hubiera predispuesto al lector a eso, y habría sido discordante con todo el estilo de terror: la historia debía comenzar como lo haría de de miedo. Pero también debía causar curiosidad e intriga. Así arranca con la primera frase:

A veces siento que algo está detrás de mí.

¿Quién no se siente identificado/a con esta frase? ¿Quién no ha sentido esto alguna vez?

A patir de aquí, la cuestión era describir la sensación de quien está trabajando y siente que un cliente está detrás esperando a ser atendido, pero no quieres hacerlo porque si no, nunca vas a terminar de hacer lo que estás haciendo, pero debía ser en clave de terror, haciendo creer al lector/a que en realidad era un ente. Ambigüedad máxima.

No podía dar información de la situación, ni lo de que pasaba, ni nada. Debía centrar la atención del lector en el momento, distraerlo con lo que sentía el personaje, a ser posible hacer sentir al lector/a lo suficientemente identificado con la situación como para que ni siquiera pudiera preguntarse nada más, dirigir la atención del lector a lo que a mí me interesa. En otras palabras, lo que los magos llaman misdirection.

La duración del texto también es clave. No podía alargarlo mucho, ya que como no puedo dar más información de la necesaria, si me extendía más de la cuenta podría decir decir lo que no debo, o acabar por repetirme. La extensión era también algo importante: crear la tensión necesaria en el tiempo adecuado como en un tirachinas: tensar la goma y soltarla en la boca del lector/a.

Las frases y expresiones debían ser ambiguas, de forma que una persona lo leyera pudiera interpretarlo como si estuviera en casa, o en un callejón oscuro… Que la persona pudiera sentirse identificada de la forma que prefiera. Y, además, que una vez leída la historia, siguiera teniendo sentido con la situación que realmente estaba pasando, de forma que al leerla una segunda vez, no fuera incongruente.

…evitar que las manos me tiemblen…

Al leerlo bajo el prisma de terror, se asume que es por miedo, pero una vez entendida la historia, se puede interpretar como temblores de enfado.
La frase que más problemas me dio fue cuando el camarero (o camarera, realmente no indico sexo), se dirigía al cliente. Esa frase, que parece una tontería no debía informar de nada al lector, ya que el autentico remate es la respuesta del cliente; es en ese momento cuando realmente sabemos lo que está pasando.

Por lo tanto, cuando el/la narrador/a se dirige al cliente, debe hacerlo de una forma que sea valida tanto para dirigirse a un cliente como a un fantasma.

Cualquier frase que trate «de usted», me parecía inapropiada. No me imagino a nadie diciéndole a un ser interdimensional «¿qué desea?» o «¿en qué puedo ayudarle?». Lo normal es dirigírsele de «tú»: «¿qué quieres?» (quizá por eso no responden, porque somos muy rudos con ellos). Pero no me parece adecuado de cara a un cliente.

Al final opté por un simple «¿Sí?». No digo que sea la forma perfecta y sublime, pero de entre todas las opciones me pareció la más acertada. Además, si había conseguido absorber al lector/a lo suficiente, ese detalle carecería de importancia, ya que estaría más ansioso/a por ver qué pasaba (otra vez la misdirection).

Acabando por el final

Las frases siguientes son para asentar el acontecimiento, confirmar al lector que lo que ha leído es cierto. Creo que si lo hubiera dejado en la respuesta del cliente, el lector/a se hubiera sentido más confuso/a y como cortado a mitad de algo.

La Promosió

 

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