La oscura naturaleza de mi verdad

Siempre he vivido en esta ciudad siendo una más, alguien que encaja en los estándares sociales, ya sea como amiga, hija, o amante.

Hasta la noche en que un `evento´ me sobrevino y me convirtió en una nueva persona.

No sé si ese giro en mi vida sacó una parte de mí que había estado pacientemente en letargo, o si me transformó en algo totalmente distinto y ahora observo el mundo con otros ojos. Sea como sea, ya no soy la misma.

Durante el día, mientras me muevo entre otras personas, amigos, familia y compañeros de trabajo, siento como si estuviera interpretando un personaje que conozco muy bien; y quién había sido, no es más que una fachada que oculta quién ahora soy. A la vista de todos, debo mentir; quizá una de las pocas cosas que aún tengo en común con los humanos; ambos nos ocultamos tras farsas moldeadas por la sociedad, por esos amigos, familia, trabajo, parejas a quienes pretendemos agradar o, por lo menos, no defraudar. A plena luz del Sol, cuando el mundo puede vernos, todos queremos ser “buenas personas”. Todos esperan que sea una buena chica. Ese Sol no muestra otra cosa que mentiras.

Los humanos son esclavos de sus personificaciones constantemente, interpretan diferentes personajes con los que satisfacer las expectativas, no sólo de sus grupos, sino de lo que a ellos mismos les gustaría ser. Ocultan sus frustraciones e inseguridades, fingen ser felices en una vida ortopédica. Muchos ignoran o niegan quién realmente son, sólo por ser contrario a lo impuesto por ese mundo perfecto que al una vez pertenecí. Se ocultan de ellos mismos y de sus hermanos por miedo a ser rechazados o a rechazarse a sí mismos. Ocultan la bestia que realmente son.

En cambio, yo, que ya no me considero humana, sólo lo finjo para mantener mi mascarada mientras el día pueda delatarme. Mi confianza es auténtica, porque hago lo que me place, satisfago muchos deseos que las personas no se atreverían  a confesar. Acepto mi naturaleza, y eso me trae la paz interna necesaria para no necesitar simular seguridad.

Con el crepúsculo, los verdaderos rostros pueden emerger al amparo de la oscuridad y no tengo dudas de mi identidad. Oculta en las sombras de la noche, la verdad puede ser revelada y dejo que mi genuina naturaleza aflore.

Cuando adopto sin ningún tipo de temor mi auténtica forma, hago cuanto me place junto otros como yo, aceptándonos como lo que somos y, al comenzar un nuevo día, saludo al Sol con una amplia sonrisa, tras otra noche de deseos satisfechos, de dientes ensangrentados y cacerías salvajes.

¿Puede un humano hacer esto sin convertirse en un monstruo a ojos de sus “hermanos”?

En el momento en que el pelaje cubre todo mi cuerpo y mis sentidos son libres de percibir el mundo tal y cómo es, cuando mis mandíbulas pueden ser usadas sin reparos, mis garras rascan la tierra al correr junto a mi manada, y la noche se llena de nuestros aullidos, es cuando escucho mi verdadera voz.

Sólo en lo más oscuro de tu alma, podrás encontrar quién eres realmente, porque a la luz sólo somos actores interpretando quién creemos ser, sin llegar a conocernos.

 

— Veinte minutos quizá para la puesta de sol — dijo Boone — . Luego, el mundo es nuestro.

– Clive Barker, «Cabal»

Una última cosita.

 

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Todas las imágenes pertenecen a sus autores

Relato de Javier C.H.
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