Al principio solo había oscuridad.
Entonces llegaron las Mos, mas viejas que el tiempo mismo, capaces de grandes prodigios como de modificar y crear la realidad con su voluntad. Pero se aburrían. Su civilización estaba sumida en el tedio y monotonía. Por eso, abandonaron su mundo en busca de algo de diversión.
—Solo un par de galaxias y nos volvemos —dijeron.
Su viaje las llevó a un cosmos casi vacío, sin reformar, listo para entrar y con grandes posibilidades. Allí crearon un mundo y, al igual que los niños empiezan a mezclar todo lo que encuentran en un vaso y ven como cambia de color, lo llenaron de plantas, bichos, gente y cosas que se mueven. Las Mos vieron que aquello era divertido y continuaron jugando. Complacidas con el resultado, decidieron dedicarse a la existencia contemplativa, acomodarse, y recrearse observando lo que allí ocurría.
Como ese mundo se iba haciendo cada vez más complejo, las Mos nos crearon a nosotras, las Ilvasdi, seres que en otros mundos considerarían divinidades. Seres no-antropomorfos en absoluto, con formas que no voy a definir porque no seríais capaces de concebir, sin género ni raza. El hecho de usar determinantes o declinaciones en masculino o femenino en lo referente a nosotras, es una muestra de la limitación de vuestro lenguaje. Las Mos nos dieron el trabajo de cuidar del mundo y divertirlas. Desde entonces nos ocupamos de que la física, naturaleza, y todas las fuerzas que mantienen el orden y creatividad, funcionen adecuadamente, ajustándolas y modificándolas según las necesidades.
Pero la tarea más importante es asegurarles espectáculo y diversión, ya que, ante todo y por encima de todo, el mundo y todo cuanto contiene existen para su esparcimiento. Si las Mos llegaran a aburrirse, ocurriría lo que todas las Ilvasdi tememos: el día de la cancelación final. El fin de todo, y lo que es más importante, el fin de nuestra existencia.
Una de estas Ilvasdi, conocida como Directora Maestra, es la que da el último repaso a los guiones, hace los cambios oportunos, coordina y añade lo que haga falta. Para ayudarle en su faena monumental, cuenta con un grupo enorme de espíritus, guionistas y creativos que diseñan incansablemente bocetos, esquemas y diálogos.
En un mundo cuyo único objetivo es crear espectáculo, su labor es vital. Elegir o desechar ideas que merecen la pena ser trabajadas, es el tipo de discusión más frecuente en su sala del Argumento.
Mientras, los mortales viven sus vidas inconscientes de que son fichas de parchís, actores en un escenario que llaman vida, ajenos a que su existencia depende de lo interesante que les resulte a las Mos.
Así empieza «cuna de alimañas», mi novela en fase beta, en el que introduzco la naturaleza del mundo de alta fantasía que inventé hace muchos años y he ido puliendo poco a poco. He cambiado muchas cosas, pero la base ha permanecido intacta todo este tiempo.
Aunque las primeras frases han sido confundidas con las de la biblia, en realidad me inspiró el comienzo de la canción «Rumours about angels», del grupo «diary of a dreams», que a su vez las sacaron de la película «dark city».
A raíz de un chiste que dimos mucho de sí hace más de veinte años, me surgió el concepto de que siempre se representa a los dioses como unos seres que o nos aman o nos odian, pero la cuestión es que, en nuestra visión humanocentrista, nuestra existencia es el centro de interés de los dioses. Un día pensé, que ¿Y si a Dios le importamos un carajo y lo único que hace es mirarnos y entretenerse, indiferente a nuestras circunstancias? ¿Y si somos sus Sims, su televisión, su Play Station? De ahí fui desarrollando la idea de un mundo en el que esto lo llevo al extremo y, efectivamente los mortales viven en un mundo creado para eso. Todo lo que les rodea, las leyes de la física, química, biología son las reglas para que el mundo funcione como en cualquier otro juego, y las Mos las pueden variar según su placer, bien porque le parece divertido o porque se aburren.
Aunque esto es la espina vertebral de todo, me sirve para justificar ciertas cosas y he hecho algunas historias sobre estos seres, no es el argumento de las novelas.
El hilo argumental mayoritario, lo forman las historias de los mortales, más o menos manipulados por los Ilvasdi en su trabajo de crear espectáculo, en el que los personajes principales ni son héroes ni villanos, ni siquiera antihéroes. Hacen lo suyo, siguen sus propios objetivos que pueden ir por el lado legal o no, o incluso ambos. Tienen sus propios códigos morales, filosofías y objetivos, pero no en el sentido de que intenten hacer algo con ellos, de hecho, en muchos casos no sin ni conscientes de que los tienen. Están ahí, en su inconsciente, guiándolos y evolucionando.
A todo este mundo lo llamé en su momento «héroes de palo» de forma provisional, y desde entonces he estado buscando algún nombre mejor, pero por algún motivo ese nombre parece que ha calado hondo, así que lo seguiré manteniendo.
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