Voy a contar una historia, únicamente a modo de metáfora.
Cuando Dios creó a Adán, lo hizo del barro. Con esa materia prima, modeló a los humanos, con sus manos les dio forma. Pero para darles vida, tuvo que poner un poco de su propia esencia en ellos. Es lo que en varias culturas se conoce como alma, soplo o qi.
Somos seres emocionales. Mucha gente no quiere aceptarlo, prefiere pensar que somos racionales, o que toma decisiones de forma lógica, en base a pensamientos y razonamientos puramente conscientes y controlados. Y esto no del todo cierto. Más bien es bastante falso.
Somos emocionales, las emociones nos controlan de forma casi constante. Nos guían, nos motivan, nos indican que hacer o que no, de qué huir o a qué acercarnos.
¿Por qué un vídeo viral se hace viral? Porque es 120% emocional. Si lo analizas, no hay nada coherente ni racional en esos vídeos o artículos. Todos hacen uso de emociones básicas, desde la ternura, a la ira, la compasión, o la simple curiosidad.
Por la misma regla de tres, no creo que ninguna obra de arte pueda ser realmente viva si no contiene ese lado emocional. No me refiero a poner ganchos chorras como en los virales, sino a que un relato o pintura que no transmite algo, no tiene nada. Sí, puede estar muy bien hecho, muy técnico todo, seguir todas las reglas sobre composición y lo que haga falta, pero es algo inerte. Muy bonito todo por fuera, pero nada por dentro. Un puñado de reglas y mecanismos dispuestos para hacer algo agradable a la vista. Una naranja mecánica, dicho en otras palabras.
Aunque desde el principio he usado la escritura para expresar cosas mías (y por eso escribir es más el resultado de una inquietud mía, que un propositó per se), desde que llegué a esta conclusión lo hago todavía más. Cuando se me ocurre un relato, a parte de la historia, con sus personajes y sus cosas, intento añadirle otra dimensión, en la que plasmo algo mío personal, ya sea una inquietud, un sentimiento, un recuerdo del pasado, una crítica… algo que es importante y me motiva en la vida de alguna manera. Le doy a mi monstruo de Frankenstein una chispa de la vida sacada desde mi propio ser.
No soy un ingeniero, ni un matemático, ni un relojero. Pretendo ser un artista, y como tal, pretendo crear obras vivas.
No sé si se entienden, pero ahora sé que están vivas, que hay una parte de mí en ellas, que no son solo palabras, que no es un personaje haciendo cuatro cosas, que no es una historia bonita hecha siguiendo fórmulas. Y quien lo sepa interpretar, supongo que le impactará mucho más una historia que puede estar transmitiendo algo vivo y que también comparte, que una naranja mecánica que solo funciona mediante mecanismos.