La expulsión de Hornol

Esta historia forma parte del mundo de alta fantasía «Heroes de palo»

Tolnedra, Lacre.

Hornol es muy popular en el mundo suburbano por varios motivos, muchos de ellos avergonzantes. Pero uno de ellos es por ser mago, cosa poco común en Lacre, especialmente cuando se es de raza Enana. De alguna manera, la gente asume que estuvo en la academia de Formación Profesional de Magia de Tolnedra. Pero lo que solo algunos saben es que fue expulsado de ella, y un puñado muy reducido tuvieron la desgracia de estar presentes cuando ocurrió el suceso. Decir que fue el evento más decadente y vergonzoso que la academia ha vivido es casi seguro, pero decirlo sobre Hornol es otra cosa, porque no es fácil ponerse de acuerdo en cuál fue el peor.

La circunstancia ocurrió hace unos pocos años durante una clase de prácticas de segundo grado. Los estudiantes llevaban un rato practicando por primera vez un sencillo hechizo de curación, conocido popularmente como curar heridas leves, y para ello cada uno contaba con una rana a la que habían dañado previamente.

Mientras que la mayor parte de los alumnos habían conseguido realizar el hechizo con algún grado de éxito, Hornol seguía sin ningún resultado en absoluto. Sus problemas, y por extensión los del profesor Ernostial y los anfibios en general, empezaron en el momento de herir la rana, cuando hizo gala de unas técnicas que se revelaron como mejorables, por ejemplo, no haciéndolas. En lugar de hacerle un pequeño corte con el bisturí, como hicieron el resto de sus compañeros, directamente la golpeó con una maza que había sacado de alguna parte. Tras conseguirle otra rana y confiscarle la maza, para dañarla, la golpeó repetidas veces contra la mesa. Su compañero de mesa le ayudó herir sin más masacres innecesarias la tercera rana.

La parte en la que debía realizar el hechizo, fue lo complicado.

—Señor EscudodeChicle, haga el favor de concentrarse en su labor —le dijo el profesor con voz ya nerviosa—. La magia es un arte refinado. Sus métodos son altamente cuestionables y sus gestos demasiado torpes. Debe aprender a hacerlos más suaves y sutiles. No está trabajando con hierro en una fragua, sino con energías místicas.

—Tú tranquilo, que esto lo tengo controlado —le interrumpió el enano sin perder una pizca de entusiasmo—. Es que en lugar de manos tengo un catálogo de morcillas y no puedo gesticular bien.

Don Ernostial puso los ojos en blanco y suspiró al oír la metáfora.

Hornol, volvió a lanzar el hechizo, que más bien parecía una amenaza. Lo intentó un par de veces más sin que pasara nada, excepto unas turbadoras convulsiones por parte de la rana, que dirigía una lastimera mirada suplicando eutanasia.

«¿Por qué un enano se mete en asuntos de magia?» pensaba el profesor. «Los enanos son tercos, obstinados y brutos. Son buenos artesanos y mineros, si tienen que cavar una mina, la cavan aunque sea a mordiscos. Pero la magia es algo más delicado, grácil. Un uso inadecuado y carente de técnica puede ser peligroso…. Un elefante neurótico operando a corazón abierto sería más adecuado.»

Hornol se estaba poniendo nervioso, así que sacó su pipa y comenzó a llenarla de unas hojas verduscas de olor exótico.

—¿Qué está haciendo usted? ¡Está prohibido fumar tabaco en el aula! —exclamó el profesor.

—Es para relajarme que me estoy poniendo nervioso. Además, no se preocupe que no es tabaco. Ahora te paso una calada para que te relajes tú también, que te veo muy alterado.

Don Ernostial soltó un bufido de furia ahogada e intentó calmarse.

—Señor EscudodeChicle, recuerde sus formas y dirígase al profesorado de la forma pertinente. Y deje la rana ya. ¡Y deme la pipa!

—Ahora te dejo una calada, no seas ansioso. Además, las pipas no se piden; se pasan —le dijo encendiéndola y liberando una gran humareda—. Toma, es buena mierda.

El profesor le quitó bruscamente la pipa de las manos para apagarla rápidamente.

—Ya está bien, ya he tenido suficiente paciencia con usted. Haga usted el favor de dejar sus cosas y diríjase inmediatamente al despacho del Jefe de Estudios, enseguida iré yo. ¡Ha creado problemas desde que se matriculó! Su expediente es el volumen más grande de toda la academia, incluida la biblioteca!

—A ver, relájate, primo, que estas muy nervioso tú y me estas poniendo nervioso a mí. Tú déjame a mí que yo no me voy de aquí hasta que esta rana salte y baile otra vez —le respondió el enano, apartando al profesor de un empujón para evitar que le quitara su rana.

Este soltó otro bufido de rabia ante su comportamiento, apretando los puños hasta que los nudillos se volvieron blancos.

Antes de que el profesor pudiera hacer algo, se apresuró a repetir el hechizo de curación sin que nadie pudiera impedirlo. La rana, tras un par de movimientos espasmódicos que despertaron misericordia en su compañero de mesa, se limitó a emitir una leve exhalación y quedó quieta.

—Maldita rana de los huevos. Déjeme que lo intente otra vez, que a la tercera me funciona.

—¡Señor EscudodeChicle! ¡Deje la rana de una condenada vez! Esa rana está mú-ér-tá.

—Esta es la refinitiva, ya verás. Dame otra que la pongo fina del tirón —dijo seguro de sí mismo, sacándose una petaca de alguna parte de las ropas—. ¿Quiere un buchito? —le ofreció al profesor.

—No le pienso proporcionar ninguna rana más —le dijo,  y le arrancó la petaca de un movimiento furioso.

Joer, que carácter. Pues dame la tuya —le dijo a su compañero de mesa.

—No te doy nada. A mi rana la dejas tranquila —le respondió, cubriendo la rana para protegerla, la cual se le abrazó buscando protección.

La clase entera estaba ya cubriéndose de risas ahogadas por todas partes, lo que irritaba todavía más al profesor; su cabeza entera estaba roja como una tetera. De buena gana le hubiera teleportado con un hechizo lo más lejos posible, pero había unas reglas y podía jugarse su puesto. Aun así, casi sin darse cuenta, le dio un trago a la petaca de Hornol.

—Haga el favor de dirigirse directamente al despacho del Jefe de Estudios para una amonestación severa. Y hágalo ¡YA!

—¿Pero por qué? ¿Qué he hecho yo ahora?

Don Ernostial volvió a bufar y dio una patada al suelo.

—¡Qué se vaya al jefe de estudios inmediatamente!

—Me cago en la leche, todo por culpa de la puta rana esta del carajo. Pues ahora la voy a resucitar por mis huevos enanos, ya verás —y volvió a repetir el hechizo, sin llegar a plantearse la diferencia entre curar una rana herida y resucitar a un batracio siniestro total.

—¡No…! —gritó el profesor, pero fue tarde.

Hornol ya había conjurado el hechizo, muy malamente dadas las prisas y los nervios.

No pareció pasar nada, pero a los escasos segundos la rana comenzó a retorcerse de formas grotescas e impropias.

—¡Se mueve!¡Se mueve! —dijo Hornol—. ¡Qué! ¡Ahora qué! ¿Eh? Chúpate esa —le dijo al profesor, intentado quitarle la petaca de las manos.

La rana se hinchó y se deshinchó. Lo repitió un par de veces más.

Se sacudió de forma siniestra.

Tembló. Quedó quieta. Toda la clase estaba mirando en silencio expectante.

La rana explotó.

Trozos de rana, fluidos, piel, ojos y vísceras fueron esparcidos por el aula en todas direcciones. El profesor recibió una salpicadura de líquido verde oscuro en plena cara. Una pata quedó colgando de las barbas de Hornol. Unos alumnos vomitaban, otro hiperventilaba, alguno tenía un ataque de histeria, un par reía a pleno pulmón,  y otros corrían con asco a lavarse creando un cuello de botella en la puerta del aula. Era un pandemonio.

Hornol parecía sorprendido.

—Pues no sé qué ha podido fallar.

Don Ernostial no dijo nada, porque una espuma comenzó a salirle de la boca, luego se desmayó y sufrió convulsiones. Hornol recuperó su pipa y la volvió a encender.

—Dejadme, que a este ya sí que lo curo fijo —dijo soltando una enorme humareda.

Esa misma tarde, Hornol EscudodeChicle fue expulsado de la academia y fue, es y será, el único estudiante con un certificado que le desacredite a usar la magia por ser considerado Peligrosamente Torpe. Por supuesto, esto no evitó que la siga practicando ilegalmente.

El profesor fue ingresado en el hospital del centro y fueron necesarios varios hechizos de curación mental para devolverlo a la normalidad. Después abandonó la enseñanza para ingresar en una comunidad de ermitaños alejado de todo y se dedicó a la cría de la alcachofa. Vivió feliz sin saber nada de magia, ranas o enanos el resto de su vida.

3 comentarios sobre “La expulsión de Hornol

  1. Que relato tan genial. Me he reído muchísimo con ciertas partes, el ritmo es muy bueno y el interés en la historia no para de incrementar hasta el final. Incluso, tratándose de un texto humorístico, logras crear tensión con el enfado creciente del profesor. Lo mejor, para mí, las pobres ranas que ya no sabían dónde esconderse. Cada vez que las nombrabas lo hacías con una reacción diferente y yo no podía parar de reír.

    Me ha recordado en parte a mi adorado Terry Pratchett (lo digo totalmente como halago), ese sentido del humor tan negro y tan bien hilvanado; las reacciones de los protagonistas; los diálogos. Tienes una forma de escribir que engancha mucho. Por cierto, he visto que tienes más historias con este personaje así que las buscaré y seguiré buceando en este universo tan particular. Te doy mi más sincera enhorabuena porque me ha encantado.

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