Querido diario, dos puntos.
Hace unas dos semanas me puse a buscar información sobre Steel Panther, el grupo sobre el que haré el próximo podcast para Mordor Rocks. Leyendo un artículo sobre ellos, en la línea 2, vi que ponían otros grupos relacionados, uno de ellos llamado Ninja Sex Party. ¿Qué hice? ¿Continuar con mi artículo? No; fui a ver que puñetas es eso de Ninja Sex Party.
Pues ale, dos semanas más tarde y no he hecho nada sobre Steel Panther, pero aquí ando yo, enganchado a este otro grupo.
Ese es el nivel.
Distracciones aparte, ayer por la noche me puse con la granja de pollastres, pero el windows tenía otros planes mejores, como por ejemplo, no encenderse. Así que tarde un huevo en empezar a hacer algo.
Cuando consiguió encenderse (las actualizaciones parece que tienen como función relenizar el sistema, más que optimizarlo), me puse un poco. No hice mucho, la verdad, pero al menos avancé un poco más la trama.
Lo que me di cuenta es que esto de escribir tiene como fases, como una cebolla. Bueno, la cebolla tiene capas.
La primera, que es cuando hago el boceto y voy a tope, muy venido arriba. Pienso que es un pedazo de historia que te cagas que mola mazo.
La segunda vez que lo repaso, veo que no está mal pero tengo que revisarlo todo.
Y luego me vengo a bajo y empiezo a tener serias dudas sobre si esa historia merece la pena o no, pero ya que la he hecho, quiero terminarla, así que tengo que hacer lo que pueda.
La cuestión es que siempre hay un momento en el que pienso «esto es una castaña». ¿Esto es normal? ¿Esto se supera en algún momento?