CONTEXTUALIZAR AL LECTOR CON LA INTRODUCCIÓN

El contexto puede que sea una de las cosas más importantes en todo proceso artístico.

Gracias a aquel día en la representación de magia en Glasgow, me he dado cuenta del papel que tiene la introducción. Su función es dirigir al lector hacía dónde debe mirar, que le deje claro de qué trata la obra, el estilo, y de qué manera interpretarlo. De lo contrario puede acabar por no entender un carajo, o lo que es peor, malinterpretarlo, y no hay nada peor que sentirse confuso.

En la música esto es relativamente fácil, porque en cuanto ves a los músicos te puedes hacer una idea de por dónde van los tiros. Pero en la escritura, la gente no tiene tanta paciencia. No hay muchas segundas oportunidad. Si no les gusta lo que escribo porque no lo entienden, se acabó.

Es curioso cómo he tenido que aprender esto de los magos, en lugar de la propia escritura, pero a veces las cosas son como son, y uno aprende las lecciones más importantes de la forma más inesperada. Además, de esta manera, he aprendido la base, el origen de su importancia, y no un simple sistema de imitación: «ellos lo hacen, yo lo hago. No sé por qué, pero lo hago».

Para los magos, la puesta en escena (aunque prefiero llamarlo el contexto) es una de sus herramientas más importantes; no es algo que está ahí y se da por sentado sobrentiende, sino que es algo que trabajan y se aseguran de que está claro al hacer cualquiera de sus trucos. Se encargan de presentar sus trucos de la manera precisa, pero su clave está en que lo hacen de forma tan magistral, que un discurso que tienen trabajado de forma meticulosa, lo hacen parecer algo ocasional. Por eso pasa desapercibida. Por eso mismo, hace falta ser un maestro para hacer simple lo complejo, y cualquiera que pueda hacer esto, es alguien de quien aprender, indistintamente de su tipo de arte.

 

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Esta ilusionista de indonesia, Sacred Riana, interpreta que sus trucos son realizados por espíritus del más allá.

Lo manejan hasta el punto de que, el mismo truco, realizado por diferentes magos puede resultar completamente diferente solo por la manera que tengan de presentarlo. Uno que haga un truco de mentalismo puede hacerte creer que te han leído de la mente tu número de teléfono, o que un espíritu se lo ha contado o cualquier otra cosa; de aquí saco la conclusión de que es el contexto lo que va a hacer que una persona interprete ese efecto de una manera o de otra.

En aquella representación de magia, en la que participaban varios magos no famosos, me di cuenta de lo que pasaba cuando fallaban en este uso de la puesta en escena. Algunos de estos magos hacían sus trucos sin presentarlos adecuadamente, lo que hacía que, muchas veces, hacían sus juegos y se quedaban en postura «ta-chaaaan», pero me quedaba un poco como «¿qué es exactamente lo que tenía que pasar?». Y me daba cuenta de que al resto de la gente le pasaba lo mismo. Quizá el truco era bueno, pero no sabíamos a dónde mirar ni qué esperar. Usar la sorpresa solo sirve si el espectador está expectante de la forma adecuada, si el efecto es muy obvio o si se usa adecuadamente el principio de anticipación de la animación. Como decía el personaje interpretado por Michael Caine en la película «el prestigio», hablando del truco de Christian Bale: «Es un mago maravilloso, pero lo presenta mal. No sabe adornarlo, no sabe vender el efecto».

De nada sirve hacer algo bueno si no se presenta de la forma adecuada. Supongo que Edison le dejó eso claro a Tesla.

Otro ejemplo es la película «the room». Una película mala como la carne de leproso y cuando se estrenó, fracasó miserablemente. Hasta que un cineasta la vio, le encontró ese giro de «es tan mala que es impresionante», y a partir de entonces la película se convirtió en un éxito. Incluso es una película de culto dentro de las malas. Pero porque cuando la ves, ya sabes cómo debes verla: te la han introducido (en el buen sentido de la palabra, se entiende) como una película tan pésima, que es impresionante. (¿Desea saber más?).

«Friends» y similares, son otro ejemplo. En la mayoría de las sitcoms, cada vez que aparece un personaje por primera vez, suele hacerlo soltando alguna frase que le caracteriza, para crear esa imagen que debemos formanos de él/ella, y tener claro de qué palo va. Esa frase de presentación lo contextualiza en el papel del sarcástico, el raro, el pijo o lo que sea.

 

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En los primeros minutos del primer capítulo, ya sabemos quién es quién en Friends.

Volviendo al tema de la escritura, cuando repasé mi primera novela, «Crónicas de un mago cretino», me di cuenta de que una persona aleatoria seleccionada ante notario, que cogiera el libro y lo leyera, no sabría que narices se iba a encontrar. No quiero pretender de que voy de original y que hago las cosas diferentes adrede, porque no es así. Hago lo que hago como me nace. Lo que pasa es que, con bastante frecuencia, me nacen cosas raras. No me refiero a granos ni a hijos (que no tengo), sino a mis conceptos.

Ahora, me doy cuenta de que una persona que va por el mundo sin saber que se va a encontrar, con sus conceptos preestablecidos (como los tenemos todos/as), seguramente se sentiría desconcertado, no solo por el tipo de historia, sino por los personajes. ¿A qué debe prestarle atención? ¿De qué trata la historia? ¿Es una cosa de ver que hacen los personajes o lo que importa es la historia con un giro inesperado al final?

Alguien que busque una historia épica, con finales apoteósicos, giros, y golpes en el último segundo, como nos tienen acostumbrados hoy día, puede llevarse un chasco porque no trata de eso, ni de salvar el mundo ni de poner todo el peso en sorpresas. En esa novela ocurren muchas cosas, muchas de ellas entremezcladas pero independientes, narro la historia de los personajes, pero también la de la ciudad en la que están, la de ciertos grupos, la del pueblo fantasma… El peso está en los personajes, en lo que hacen o dejan de hacer y, especialmente en cómo lo hacen, y no en un desenlace épico. Y todo esto debe quedar claro desde la hoja número 0, porque quien lo lea y se sienta confuso porque no era lo que esperaba, lo mandará a cagar sin vuelta atrás.

 

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Por eso, es importante poner al lector en contexto, dejarle claro lo que va a leer, porque si va esperando un «juego de tronos», con muertes y giros inesperados de guión cada diez páginas, se va a llevar un chasco. Pero si busca algo entretenido, algo más tipo Pratchett o Mendoza (salvando las enormes distancias entre ellos y yo), o Palahniukesco, en lo que lo que importan son unos personajes low cost, entonces es probable que lo disfrute. Siendo que estoy empezando en el mundo editorial, no me la puedo jugar a que me lea el lector inapropiado. Hacer publicidad a mansalva y SPAM como si no hubiera un dios del buen gusto puede ser un arma de doble filo.

 

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