El almacén de una tienda de alimentación estaba siendo escenario de un ritual. Las voces de sus tres hechiceros sonaban entre las estanterías, sacos de patatas y cajas de frutas varias.
—Jayi´ana hulbi… Fatatan tuhraik muakhahtirak nasbilat… Fatatan tuhraik muakhahtirak nasbilat… Fatatan Fatatan Fatatan Fatatan tuhraik muakhahtirak nasbilat.
Conforme recitaban las últimas palabras, una chisporroteante brecha violeta se abrió en el aire. Poco a poco, la grieta creció.
Los magos esperaron algo que, aparentemente, no pasó. Mantuvieron la concentración un poco más, por si acaso, pero cuando Andrea hizo el popular gesto de cortarse el cuello con los dedos, lo cancelaron.
—Esto no funciona.
Tobías miró con ojo crítico el interior de la marmita.
—Estoy seguro de que la culpa de todo es de esta pócima. No me parece canónico un brebaje hecho en frío. Lo normal es cocinarlo.
Andrea negó con la cabeza mientras analizaba con atención el pergamino para ver que estaban haciendo mal.
—Según esto, es en frío, te lo he dicho mil veces.
Hornol, el tercer miembro y único enano, se sentó sobre una caja de manzanas para encenderse una pipa.
—Tu contacto te han timado, primo. Esa receta es un pufo.
—Imposible. Es muy rigurosa con lo que vende. Se toma muy en serio no andar pasando cosas inútiles. Hay algo que estamos haciendo mal —dijo Tobías, y le quitó el pergamino de las manos a Andrea. Esta le dedicó una mirada represiva—. Con permiso —se corrigió—. ¡El problema de esta receta es que todas las medidas están en el puñetero sistema de Siau Lundul! Esa gente tiene la manía de medirlo todo en cosas. «Una taza de guardaloma. Una cucharada de fuentorcia fresca…» ¿Por qué puñetas no usan el sistema decimal como todo el mundo? Es objetivo, claro y conciso. ¡Diez gramos son exactamente diez malditos gramos pero tienen que andar midiendo las cosas en tazas! ¡En mi casa tengo por lo menos cinco tazas cada una de un tamaño! ¿Cuál uso? La madre que los parió.
Hizo una pelota con el pergamino y lo lanzó con furia. Andrea lo rescató de detrás de unos sacos de nabos con un suspiro.
—Cuando se te pase la rabieta haz algo útil, como cerrar el pico, ¿quieres?
La chica repasó con cuidado todas las instrucciones. Según se leía, la invocación constaba de varias partes; una vez habían abierto el portal de gusano estándar, para comunicar ambos mundos (lo cual habían hecho), la pócima de la marmita atraería a los Externos, unas criaturas de otro mundo. Hasta ahora, ninguno había asomado por la grieta. ¿Y si el fallo estaba en eso? Quizá estaban abriéndola en algún punto del mundo de los Externos equivocado y no había ninguna criatura cerca.
El enano dio unas cuantas caladas a su pipa para añadir humo al cuarto.
—Pues igual se nos va de las manos, primo. Quizá ese hechizo es demasiado gordo para nosotros.
—Una leche. Abrimos el portal sin problema. Podemos hacerlo entre los tres. El problema son las medidas ¿Cuántos gramos son una taza grande?
El enano bajó de la caja de un salto y se acercó a la marmita. La olisqueó un poco. Metió el dedo dentro y, para sorpresa de los otros dos, se lo metió en la boca. Saboreó el mejunje durante unos segundos, y chasqueó los dedos.
Dio vueltas por toda la trastienda para coger varios tomates, apio, dientes de ajo y una manzana.
—¡No cojas nada, tarambana! Luego no sale el inventario y el jefe se cabrea.
—Déjalo, Tobías. Tiene pinta de saber lo que está haciendo.
—Me pasa por usar la trastienda del curro para estas cosas…
El enano troceó todo con su cortaplumas y lo echó a la marmita. Lo agitó un poco y, pese a las negativas de Tobías, vació una botella de aceite de oliva. Volvió a probarlo.
—Venga, démosle caña otra vez. Ahora sale del tirón.
Los tres magos volvieron a sus posiciones.
—Jayi´ana hulbi… Fatatan tuhraik muakhahtirak nasbilat… Fatatan tuhraik muakhahtirak nasbilat… Fatatan Fatatan Fatatan Fatatan tuhraik muakhahtirak nasbilat.
La grieta se formó otra vez y, esta vez, una pata fina, larga y nudosa, apareció por ella. Una criatura de compleja descripción apareció con timidez olisqueando el aire. Poco a poco entró en el almacén, atraído por el contenido de la marmita. Dedicó unos momentos a observar el entorno con cautela y, por fin, se lanzó a devorar la pócima. Dominarlo con otro hechizo, tal como describía el pergamino, fue fácil. El trío observaba con satisfacción su primer Externo esclavizado. No sabían para qué lo quería, pero eso era lo de menos. Lo importante no era tener, sino conseguir.
Andrea observó con curiosidad lo poco que la criatura había dejado en la marmita.
—¿Puedes explicarnos qué has hecho?
—En cuanto lo probé me di cuenta del fallo; eso sabía a gazpacho insulso. Solo había que darle sabor. Los Externos serán todo lo alienígenas que quieras, pero no son gilipollas y distinguen entre algo bueno y una birria de sopa. Mañana traigo unas croquetas de las de Jacobo e invocamos a Tchulkrut, primigenios y lo que haga falta.